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Especismo y ética animal: ¿por qué cuidamos a perros y comemos cerdos?

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por qué el especismo es una discriminación

Especismo y ética animal: ¿por qué cuidamos a perros y comemos cerdos?

¿Por qué cuidamos con tanto cariño a perros y gatos mientras aceptamos como normal la explotación de vacas, cerdos o pollos? Esta pregunta nos lleva a hablar de un concepto cada vez más presente en los debates sobre ética animal: el especismo.

¿Qué es el especismo?

El especismo es la discriminación basada en la especie. Igual que el racismo discrimina por raza o el sexismo por género, el especismo discrimina a los animales simplemente por no ser humanos, o por pertenecer a una especie considerada ‘menos valiosa’. El término fue acuñado por Richard Ryder en los años 70 y popularizado por Peter Singer en su libro Liberación Animal (1975).

En la práctica, el especismo hace que tengamos compasión por algunos animales y no por otros, aunque todos puedan sentir dolor, miedo o placer.

Un ejemplo muy claro es la diferencia entre cómo tratamos a los perros y gatos en comparación con los cerdos y las vacas. Los estudios en etología (Marino & Colvin, 2015) muestran que los cerdos son animales inteligentes, sociables y sensibles, con capacidades cognitivas similares a las de un perro. Aun así, culturalmente hemos aprendido a verlos como ‘alimento’ en lugar de ‘compañeros’ o animales que merezcan nuestro respeto.

La psicóloga Melanie Joy llamó carnismo a este sistema de creencias que normaliza comer a unos animales y proteger a otros. Este mecanismo cultural nos permite disfrutar de la compañía de un perro mientras ignoramos el sufrimiento de millones de cerdos en la industria cárnica.

El especismo beneficia a la industria cárnica

El especismo no solo es cultural, también es económico. La industria cárnica se sostiene gracias a esta discriminación. Mientras pensemos que vacas, cerdos o pollos son ‘recursos alimenticios’ y no individuos sintientes, el sistema podrá seguir funcionando sin cuestionamientos éticos profundos.

Las campañas publicitarias y los discursos sociales refuerzan esta visión: se nos muestran imágenes de animales felices en granjas, ocultando la realidad de la ganadería intensiva y el sufrimiento animal. En este sentido, el especismo es una herramienta ideológica que protege los intereses de un sector multimillonario.

Otro aspecto clave es la cultura. En Occidente nos resulta impensable comer perros, y reaccionamos con indignación cuando vemos noticias de festivales en China donde se consumen. Sin embargo, esa indignación no aparece frente a la matanza de millones de vacas y cerdos en Europa cada año.

El especismo se sostiene, en parte, en estas construcciones culturales que determinan qué animales son ‘compañía’ y cuáles son ‘comida’. Lo que en una cultura es tabú, en otra puede ser costumbre.

Repensar nuestra ética animal

Si aceptamos que todos los animales son seres sintientes, la ética no debería variar según la especie. Filósofas como Martha Nussbaum proponen una visión de la justicia que reconozca las capacidades de todos los seres vivos, no solo de los humanos o de los animales que culturalmente nos resultan más cercanos.

Reflexionar sobre el especismo nos invita a cuestionar nuestros hábitos de consumo y las estructuras económicas que se benefician de esta discriminación. Al fin y al cabo, si cambiamos de especie, nuestra ética no debería cambiar. Porque sentir, sufren todos.

Referencias

  • Joy, M. (2010). Why We Love Dogs, Eat Pigs, and Wear Cows. Conari Press.

  • Marino, L., & Colvin, C. (2015). Thinking pigs: A comparative review of cognition, emotion, and personality in Sus domesticus. International Journal of Comparative Psychology, 28.

  • Singer, P. (1975). Animal Liberation. HarperCollins.

  • Nussbaum, M. (2006). Frontiers of Justice: Disability, Nationality, Species Membership. Harvard University Press.