‘Para mi una revolución vegana significa lograr que respetar a los animales sea lo ‘normal’’ Cris Rodrigo
Cristina Rodrigo presenta su primer libro ‘Mi revolución vegana’, que recoge su pasión por el veganismo y el activismo social. Nacida y residente en Madrid, Cristina ha combinado su formación en Publicidad y RR.PP. en la UCM con un Máster en Liderazgo e Innovación Social en ESADE, siempre con la mirada puesta en cambiar el mundo desde un enfoque ético y consciente.
A lo largo de su carrera, ha trabajado con organizaciones como ProVeg, AnimaNaturalis, ACNUR y Plan España, destacando por su firme compromiso con la defensa de los derechos de los animales y el cambio social. Aunque ahora «oficialmente» se encuentra en paro, no pierde el tiempo: su libro es solo uno de los muchos proyectos en los que está inmersa. En sus ratos libres, disfruta del deporte, el yoga, bailar, el submarinismo, el cine, la lectura y la música, mientras mima a Sophie, su perrita de 16 años, que fue clave en su decisión de hacerse vegana hace 15 años. Y si hablamos de comida, no puede faltar la empanada vegana de su madre, que se ha ganado un puesto en su ranking personal de manjares y el pecado de saborear un buen donuts. Con tremenda trayectoria y futuras ideas en el horizonte, ¡estamos seguros de que nos seguirá sorprendiendo! Vamos a conocerla mejor.
Parece que a nivel personal 2024 no fue un buen año para ti, pero te ha permitido tener tiempo para sacar tu primer libro. A pesar de que ya escribías en medios de comunicación, ¿Cómo ha sido esta experiencia?
Creo que fue un año más retador que malo. Me pasaron muchas cosas inesperadas, entre ellas romperme un pie y tener que pasar mucho tiempo sentada y encerrada. Pero gracias a eso, pude terminar ‘Mi revolución vegana’. Escribir el libro fue mi salvavidas, ¡junto con las pelis y series de Marvel!
La experiencia ha sido muy distinta a la de escribir artículos. Con un libro tienes más libertad para contar lo que quieres y hacerlo a tu manera. Puedes usar un lenguaje más personal y tienes más espacio y tiempo para desarrollarlo a gusto. Pero esa “libertad” también ha sido un poco abrumadora. El veganismo es un tema amplísimo y sentía que tenía mucho que contar. A la vez, sabía que no podía entrar en demasiado detalle porque, si no, acabaría escribiendo varios tomos de una enciclopedia. Una de las cosas más difíciles fue decidir qué temas tratar, qué datos incluir, qué historias contar… y, una vez decidido eso, estructurar el libro. La parte de investigación también me dio más de un dolor de cabeza. Quería respaldar casi todos los datos con fuentes oficiales, y eso significó muchas horas de búsqueda. El libro tiene más de un centenar de referencias, ¡y eso que me hicieron quitar unas cuantas!
A nivel personal, todo este proceso también ha sido bastante catártico. Pasé por muchos momentos de introspección y, quizás, también de rebeldía. Quería escribir sobre veganismo desde un enfoque humano, con dudas, con contradicciones, con todo lo que he sido y soy.
¿Qué es para ti una revolución (vegana en este caso)?
Para mí, una revolución es una transformación profunda, radical. Algo que cambia la forma en la que ves el mundo y cómo te relacionas con él. No se trata solo de acciones individuales, sino de cuestionar lo establecido. Es un cambio que empieza en una misma y se refleja en tu entorno y, en última instancia, en el resto del mundo. Para mí, una revolución vegana significa lograr que respetar a los animales sea lo “normal”. Y eso pasa por desmontar creencias y cambiar hábitos, tanto a nivel personal como colectivo. En mi caso, esta revolución empezó cuando empecé a cuestionarme las tradiciones en las que me había criado. Nací en una familia taurina, ganadera y cazadora, donde el maltrato animal estaba normalizado, casi diría que inconscientemente “celebrado”.
Crecí compartiendo la afición taurina con mi padre, viendo cazar a mis tíos y participando en la matanza anual del cerdo. Pero algo dentro de mí siempre se removía. Siempre amé a los animales, aunque de una manera algo “tóxica”. Hasta que, un día, algo hizo click en mí y empezó mi revolución. Fue un proceso de deconstrucción, de hacerme preguntas incómodas, de recibir críticas, de no encajar… Un proceso que, al final, me llevó a vivir de manera más fiel a mis principios. Sin duda, una revolución personal (y vegana) que ha merecido la pena.
En tu libro hablas de las críticas que has recibido y las batallas que has librado, ¿Qué es para ti lo más duro de ser vegana?
Creo que lo más difícil sigue siendo vivir en un mundo donde el sufrimiento animal está tan normalizado donde la rara eres tú por cuestionarlo. Es doloroso ver lo mucho que cuesta no solo cambiar hábitos (eso lo puedo entender), sino simplemente plantearse ciertas cosas. También me pesa ser consciente de todo lo que les hacemos a los animales y no poder pararlo. Por eso intento no ver vídeos de maltrato animal. Sé que puede sonar egoísta huir de la realidad, pero es la forma en la que he aprendido a gestionar esto sin que me consuma. Porque si yo no estoy bien, no puedo ayudar a los animales.
Por otro lado, todavía me siguen haciendo “pupa” algunas críticas que he recibido, y sigo recibiendo, por parte de la comunidad vegana y antiespecista debido a mi manera de hablar sobre veganismo y derechos animales. Sé que nuestras formas de divulgar son distintas, pero el fin es el mismo. Se supone que estamos en el mismo bando, así que la crítica duele más que si viniera de alguien
¿Y lo mejor de haber escogido este camino?
¡Todo lo demás! Hacerme vegana ha sido de las mejores decisiones de mi vida. Me da mucha paz saber que, cada día, intento vivir de una manera que refleje mi amor y respeto por los animales. Y luego están todos los extras: disfrutar aún más de la comida (desde que soy vegana, comer me gusta mucho más), encontrar un propósito que me llena y conocer a gente increíble que comparte mis valores.
A lo largo de tus 15 años como vegana, activista y haber pertenecido a organizaciones como ProVeg ¿cuál es tu radiografía de la evolución del veganismo en España?
En cuanto a alimentación, estamos mucho mejor que hace 15 años. Por ejemplo, por aquel entonces, encontrar leche vegetal en un supermercado era casi misión imposible. Ahora no solo hay de soja, sino un montón de opciones, y algunas incluso más baratas que la de vaca.
Es verdad que en los últimos años el boom plant-based se ha frenado un poco, especialmente después del auge que tuvo durante la pandemia. Pero quiero pensar que esto es parte de una estabilización que permitirá un crecimiento más sólido a largo plazo.
Por desgracia, la situación de los animales no ha mejorado demasiado. A nivel de concienciación hemos avanzado: la mayoría de la gente rechaza el maltrato animal, y eso ha llevado a cambios como la prohibición de circos con animales salvajes o el fin de la tauromaquia en algunas comunidades. Pero los animales de granja siguen en una situación terrible. De hecho, el número de animales sacrificados sigue aumentando cada año.
Hacer las opciones plant-based más accesibles y asequibles puede ayudar a normalizar el veganismo, pero no es suficiente. Necesitamos cambios sistémicos que vayan más allá de la responsabilidad individual y generen un impacto a gran escala. Siendo ambiciosa, algunos ejemplos de esto serían poner fin a las subvenciones a la ganadería o prohibir las granjas intensivas.
Sigue leyendo la entrevista en VEGETUS