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‘Ni merluza, ni atún’

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‘Ni merluza, ni atún’

De nuevo las nomenclaturas utilizadas para catalogar los productos veganos son noticia. 

En esta ocasión ha sido el turno de los productos del mar, tales como la merluza y el atún los que han sido señalados por el sector pesquero como ‘fraude’. 

Diferentes representantes de esta industria han denunciado y alertado al Ministerio de Consumo la presencia en el mercado de productos de origen vegetal cuyas etiquetas y presentación se asimilan a los productos tradicionales del mar, llevando al consumidor a la confusión. 

Este etiquetado lo consideran desleal y fraudulento ya que afirman que estos productos veganos engañan al comprador y no aportan los mismos beneficios nutricionales que los originales, por lo que piden su revisión y retirada del mercado.

Desde la UVE nos gustaría matizar ante esta nueva polémica, que revive la que ya hubo en su momento con la leche y las carnes vegetales, que las alternativas vegetales son consecuencia de una alimentación que quiere evitar el maltrato animal y apuesta por la sostenibilidad.

Respecto a la confusión que puede causar al consumidor, la gran mayoría de productos veganos se denominan como su análogo de origen animal por una cuestión práctica y éstos alimentos siempre puntualizan en el packaging que son 100% vegetales, bien a través de un sello o etiqueta.

Cuando se cuestiona el valor nutricional de las alternativas vegetales, decir que estos productos llegan a las estanterías con toda la información exigida para que los consumidores puedan valorar su compra y tener la libertad de decidir al respecto. La buena o mala calidad de los productos ultraprocesados también afectan a los de origen animal aunque esto parece no tener mucha relevancia en estos casos. 

Los ataques por parte de los sectores que se dedican a la explotación animal ya vienen siendo asiduos. Quizá su preocupación no gire en torno a una cuestión de salud, pues como comentábamos, muchos productos de origen animal, y en este caso también procedentes de los mares y océanos , pueden ser nutricionalmente cuestionables, sin entrar en lo poco ético que resultan muchas de las prácticas de pesca y las horribles condiciones en las que viven los animales en las piscifactorías y todo su impacto medioambiental.

Aplacar el avance de las alternativas veganas por miedo a perder espacio en el mercado puede ser el motivo por el que los sectores que se dedican a la explotación animal, denuncien y acusen a estos nuevos alimentos de ‘confusos’, ‘fraudulentos’ o ‘poco saludables’. 

Estas industrias deben entender que se enfrentan a un desafío que ellos mismos han provocado.

El avance hacia una alimentación más ética y sostenible es imparable, y por muchos cambios que se solicite para que los productos veganos no se asemejen a los de origen animal y por mucho que se quiera cuestionar a nivel de salud lo contraproducentes que son, no hay que olvidar que la última palabra la tiene el consumidor y que la alimentación vegetal va mucho más allá de productos ultraprocesados y que está considerada como una alternativa saludable a cualquier edad. 

 

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